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miércoles, 30 de julio de 2014

EDUARDO CHICHARRO: MÚSICA CELESTIAL

   Las librerías de viejo, creo yo, son fundamentales en el aprendizaje literario; bueno, podría decirse simplemente que en el aprendizaje en general. Estas heroicas y resistentes máquinas del tiempo le ponen a uno en contacto con la gloria y el olvido, la exquisitez y la decadencia, el canon y la marginalidad. La vida, en definitiva. Las librerías de nuevo están la mar de bien (unas más que otras, claro), pero se lo dan al cliente casi todo hecho. Las de viejo, sin embargo, son para el aventurero, el perseguidor. Uno no va a una librería de lance a preguntar por tal o cuál libro (que también, faltaría más), va a curiosear, a rebuscar por aquí y por allí en plan sabueso. Más que de encontrar se trata de tropezarse con lo inesperado.
  Luego está el olor. Cualquiera que haya entrado alguna vez en una librería de viejo se habrá dado perfecta cuenta de ello: huele muy diferente a como lo hace una de nuevo. Uno nunca sabe si es producto de las amarillentas páginas o de los pasos, también amarillentos, de quienes pululamos por allí.
  Porque la fauna que frecuenta estas librescas catacumbas, en la que me incluyo, comparte rasgos muy particulares y bien definidos. Yo diría que hasta se reconoce (nos reconocemos) por la calle. Pero esa es otra historia con la que quizás me meta en mejor ocasión.
  Bien, lo que antecede no es sino una especie de exordio para recomendar a uno de esos poetas que a día de hoy jamás te encontrarías en una librería de nuevo. Con suerte (con mucha mucha suerte), el único lugar donde te podrías hacer con algo de Eduardo Chicharro sería una librería de viejo. Yo tuve esa inmensa suerte. Iba olisqueando, como de costumbre, y allí estaba, esperándome. Me refiero a Música celestial y otros poemas, la espléndida edición que en 1974 Gonzalo Armero llevó a cabo de la práctica totalidad de la obra lírica de uno de los fundadores del postismo, y que fue publicada por Seminarios y Ediciones, dentro de la colección "Trece de nieve".
  Los poemas se acompañan de un texto introductorio del propio Chicharro (una autoevaluación crítica bastante lúcida) y varios apéndices, entre los que se incluyen los cuatro manifiestos del postismo y tres notas autobiográficas, con material fotográfico. El libro salió de imprenta, según informa el colofón, un 16 de marzo del 74, décimo aniversario de la muerte del poeta. Una tirada de 1.555 ejemplares que sirvió como reivindicación y homenaje. Antes de esa fecha sólo habían aparecido dos colecciones de sus poemas: la pequeña antología Algunos poemas (Carboneras de Guadazaón, El toro de Barro, 1966), que se compuso al cuidado de Ángel Crespo, y el número monográfico que le dedicó la revista Trece de Nieve (nº 2, 1972). A ello hay que sumar los pocos poemas que pudieron aparecer en algunas revistas de la época y en diversas antologías. Más recientemente, en 2002, Libros del Innombrable sacó Tetralogía, junto a dos de sus cuentos: "La pelota azul" y "Un paciente poco paciente". Y en 2005, apareció Cantata del recuerdo (a Lucio y Amalia), por iniciativa de la fundación Museo Salvador Victoria, de Teruel. No tengo conocimiento de que haya habido más ediciones de la obra de Eduardo Chicharro.
  Fallecido en el 64, a la edad de 59 años, puede decirse que Chicharro es un poeta póstumo, pues el grueso de su obra se conoce tras su desaparición. Nace en Madrid, en 1905, pero siendo aún muy niño se traslada junto a su familia a Roma, ciudad que le marcará personal y artísticamente. Pasa casi treinta años fuera de España, "desde los 7 a los 38, durante la mayor parte en Roma, con pocas y breves estancias en Madrid y algún viaje por España, Italia y otros países: Francia, Bélgica, Holanda, Alemania y Austria", explica él mismo en un texto fechado en 1959, titulado "Poesía: la aproximación y la exactitud". Sólo a partir de 1943 fija definitivamente su residencia en España. Su padre fue un pintor reconocido, director, además, de la R. Academia de España en Roma, de Bellas Artes. Por "mimetismo del ambiente" comienza estudiando pintura, actividad que nunca abandonará, y que compaginará con las letras, si bien no se entregará a la escritura "con cierta intensidad y orden" hasta la edad de 40 años. Habiendo abandonado todo estudio reglado, su formación, tanto en la pintura como en la escritura, es autodidacta. Esto último, unido a una amplia y ajetreada experiencia vital, marcada por el viaje y el desempeño de múltiples trabajos, le concede el puesto de singularidad en el panorama literario de posguerra. Pero esta singularidad le acarrea también soledad y aislamiento, teniendo en cuenta el contexto opresivo y anquilosado de la España de entonces. El movimiento postista, cuyo principal ideólogo y fundador fue Eduardo Chicharro, levantó las suspicacias de unos y otros; de los garcilasistas y los desarraigados. De los primeros porque el postismo suponía un atentado contra el orden social y poético. De los segundos porque, según ellos, el nuevo movimiento se desentendía de la realidad y de la Historia mediante la vuelta al surrealismo y el ejercicio autárquico de la palabra por la palabra. En resumidas cuentas, el postismo no pudo llegar en momento más adverso. Heredero de las "parole in libertà" de Marinetti y el dadaísmo (y precursor, dicho sea de paso, del letrismo y la poesía visual de los sesenta), como neovanguardia tuvo que luchar contracorriente. Su espíritu combativo, rubricado la noche de reyes de 1945 en el Café Castilla de Madrid, mismo día en que a una jovencísima Carmen Laforet se le concedía el primer Nadal, alumbró un par de revistas (Postismo y La Cerbatana), y cuatro manifiestos. Resulta cuando menos hiriente que en el volumen 7 de la exitosa Historia de la literatura española, de la editorial Crítica (2011), no se le dedique al fundador del postismo el espacio que creo se merece (ni un par de líneas), como sí sucede con Carlos Edmundo de Ory y Juan-Eduardo Cirlot. Las injusticias literarias, ya se sabe.
   Pero volvamos a Música celestial.  
  Se recogen tres trabajos poéticos (La plurilingüe lengua, Tetralogía y Cartas de noche) y 14 poemas no incluidos en libro, además de otros textos de diversa índole. Cambian las modulaciones, pero no las formas, ni lo que las anima: la negación. La poesía de Chicharro es unidad en lo diverso, incluso más allá de lo poético. Es rebeldía. Discrepancia. Sin embargo, la visión universal del poeta, a diferencia de la poesía social, figurativa, se inclina por expresar su desencanto a través del disparate y la extravagancia: la corriente interna, casi automática, de motivos oníricos, surreales. La poesía anticonvencional de Chicharro tiene en el derribo sistemático su principal arma de combate: la destrucción de lo dado como estética de superviviencia en un medio hostil, en lo político y en lo literario. No es fuga sino confrontación negativa. La realidad es la palabra, y la palabra es el yo íntimo que se opone. Una palabra única e inadaptada, fruto del caudal inconsciente que se intelectualiza. Entran en acción aquí el juego y la sorpresa, el giro insospechado, la asociación incongruente, incluso la humorada, comunes a todo el postismo. Porque el léxico audaz, los múltiples y delirantes neologismos, la caprichosa puntuación, la sintaxis reformulada, la gramática zaherida, los ritmos y sonoridades (reiteraciones obsesivas, arritmias, paisajes melódicos), son la respuesta a una fiebre interior que no sabe de normas. El sentido, si hay alguno, lo crea el lenguaje. 
   Se ha dicho de Chicharro, para terminar, que es en realidad un neobarroco. Puede ser, en cierta forma. Personalmente, lo que más me fascina de este raro entre los raros de las letras españolas es su música de fondo, esa sinfonía alucinada que va mucho más allá de lo medible, la continua danza entre la "aproximación" y la "exactitud". Y cómo no, su universo simbólico, enormemente rico, donde la composición pictórica se hace muy palpable (y el trasvase de elementos de origen plástico también, dada su afición por los pinceles). En fin, me parece un poeta que, no siendo en absoluto un desconocido, es de justicia reivindicar, aunque quizá este tiempo, nuestro tiempo, como de seguro lo fue el suyo, le sea igualmente adverso.


I

Estarme quieto, recoger el loto
de mi lengua sencilla y que es pareja
a casa sin cimientos y sin teja
por lo que en sí de viuda ya le noto;

estarme quieto, sosegarme inmoto,
desaparejar lo antiguo que apareja
mi pensamiento aquí entre ceja y ceja
hasta alcanzar la fuerza del gimnoto;

llegarme al fondo junto a la murena
entre madréporas, tubíporas y actinias;
subirme luego donde el argonuta

con las algas se cruza y la sirena,
y al fin volver del mar a las insinias
de noctilucas y el nautilo pauta.

(de La plurilingüe lengua, 1945-1947)



XXV

Será mi blanca tumba de madera,
será de siemprevivas y de orujo,
cordial en su acogida y verde lujo
de jaula, lonja, loca enredadera.

Será mi gayo túmulo escalera,
y en su huerto seráfico cartujo
mi cadáver será, sin más tapujo,
perdido lo mortal que antes vistiera.

Así deséolo yo que sean la caja,
el hoyo, el césped y la baratija
que ponen a los muertos los no muertos.

Digo que serán flores mi mortaja
porque entre los jardines que yo elija,
igual perfumarán mis ojos tuertos. 

(de La plurilingüe lengua, 1945-1947)
 


CARTA DE NOCHE A PACO Y GENOVEVA

Paco ¿peco si te explico este alpínico marisco?
Urge Urganda en la cocina, se ajetrea con la falda
se ventila se acecina, papel pone en los vasares
mientras barre el polvo muerto en nocturno vaticinio.
Salen chispas canta el gallo en el palo la veleta
la maleta el conde arrima al hogar del pordiosero
corre rauda la raposa y lo bosquivo
el postigo el aledaño el aprisco la tortuga
el pasiego moscardina y la sed de estar desnudo.
¡Cuánto enciende al lado izquierdo verse solo y perseguido
entender de letra algébrica marchitar y estar lo mismo!
¡Y cuan cunde en el barítono el rubor de ver su viuda
maltratada andando a gatas!
Por lo tanto el sueño escaso del telúrico tormento
nos reúne en un onírico transitar desmadejados
juntos libres manijuntos reflejándonos parejos
abismáticos solícitos ofreciéndonos la copa
manoseándonos la grupa y me escupes en un ojo
yo te doy pan con sustancias vitamínicas florales
y tu largas a mi estancia moscardones volumétricos.
¡Con qué amor me das la escoba y yo a ti la cacerola,
con qué tierno afán me besas
las dos suelas del zapato
y yo a ti te atiendo a tientas
en tu técnico ajetreo
mientras vas por los rincones cultivando madreselvas;
que el encaje de tus dedos, el primor de tus bordados
el hechizo del color y la risa entrecortada
con que untas tus ensueños, tus niñeces tus añosas
robustas encinas espejos demonios pañales y nueces!
¡Cierra pues con furia insólita contra el banco de dormidos
lanza en ristre el sol te valga y arremételes sañudo,
hunde el hierro en el abierto vientre hinchado putrefacto!
¿Y con qué, si no, comemos los amigos pobrecitos?
Estoy viendo si ojos cierro una serie de camellos
una sarta de burritas con sombrillas y banderas,
estoy viendo por lo menos cuatro cucharas enhiestas
que me miran descaradas y a ti lejos que te evades
y a tu esposa dulcilaria que me mira que me ofrece que me brinda
que me tira de la oreja que me riñe que me gata
que me emperra y que se emperra con la porra de compota
¡y el quesito el turroncito que si el Marque que si el mosto
o la mosca el ratoncito el foigrase y la lechuga!
mientras tú, el equidistante, te desinteresescapas.
Y la casa se reclina dulcemente en las glicinias
se hace objeto de disculpas en un mar de pormenores
cumplimientos reverencias parabienes de bon coeur
y así pasa dulce el vida y amontonándose los sueños.
Me pregunto en estas horas si gustáraos a los dos
ver la oreja de la liebre que me saco del bolsillo
o escuchar al cisne tuerto como silba entre los pámpanos.
¡Dichosa edad de oro aquella en que las madres
purgaban a su hijito con agua de achicoria!
¡Dichoso y perspicaz el tiempo transitado
en el que las hormigas eran hombres de pro!
el reflejo de mi asombro ya no cabe en esta página,
que estoy lleno de dorados techos góticos chinescos
y a vosotros tan unidos
os voy viendo ahora por partes ora puestos a la mesa
escuchando la distancia y el poder del argumento...

(de Cartas de noche, 1950-1960)


Nota: los tres poemas aquí recogidos han sido transcritos conforme a la edición de Gonzalo Armero (Chicharro, Eduardo, Música celestial y otros poemas, Madrid, Seminarios y Ediciones, 1974)