1. PRESENCIA DE LA IMAGEN EN LA POESÍA
1.1 Algunos antecedentes
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Simias de Rodas: "El hacha", "Alas de amor" y "El huevo" | | | | |
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Aunque sean Mallarmé y Apollinaire los
nombres que de inmediato suelen acudir a la memoria en respuesta a la relación palabra-imagen
convendría precisar que mucho tiempo antes que ellos ya se había explotado (y
no poco) esta veta artística. Tal es el caso de Teócrito de Siracusa (ca. 310 a.C - ca.
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P. Optaciano Porfirio: carmen XXVI ("el altar") |
260 a.C), o de
Simias de Rodas (ca. 300 a.C) y sus “Poemas-Figura"; ambos poetas fueron recogidos y puestos
en circulación en el siglo I a. C. por el vate sirio Meleagro de Gadara y,
siglos más tarde, quizá en la Edad Media, compendiados junto con otros rapsodas
alejandrinos. Precursores antiguos son también Publilio Optaciano Porfirio (ca. 325 d.C), autor de una serie de carmina figurata, y Eugenio Vulgario (ca. 887-928), sacerdote italiano. Ya a caballo entre el siglo XVII y el XVIII
nos encontramos con Johann Leonhard Frisch (véase “El oso de Berlín”, año
1700). Comprobamos, pues, que por mucho que nos remontemos en el tiempo, nunca
les fueron ajenos a ciertos poetas el juego visual ni el poder de la imagen,
sino que supieron pronto de la importancia y del papel decisivo que podían
desempeñar a la hora de robustecer un significado y de, cómo no, sorprender y
agradar al receptor.
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Eugenio Vulgario: Syllogue XXXVII, en forma de siringa |
El procedimiento de visualización del discurso poético que en el siglo XX defenderán
las vanguardias se inicia en época helénica, como estamos viendo, y continúa
durante la Edad Media, hasta que llega finalmente a nuestra contemporaneidad.
Ahora bien, si es cierto que en estos antecedes remotos existe ya el juego visual, no lo es menos el hecho
de que aún el discurso permanece intacto pese a la original distribución de los
signos. Son las vanguardias las que en último término acaban profanando del
todo la lógica del discurso.
Christian Morgenstern (véanse “El
embudo”, de 1905, y “El canto del pez en la noche”), antecesor del movimiento
“dadá”, rompe ya la lógica discursiva. Antes, en el prefacio a “Un golpe de
dados”, Stéphane Mallarmé (1842-1898) habla ya de “lectura esparcida”. Serios
antecesores y referentes de los posteriores movimientos de vanguardia son este
último y Wilhelm Apollinaris de Kostrovitsky (1880-1918), más conocido como
Guillaume Apollinaire.
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Mallarmé: "Un coup de dés..." (1897) |
Mallarmé escribió para su poema
experimental “Un coup de dés jamais n´abolira l´hasard” (“Una tirada de dados
nunca abolirá el azar”) un prefacio en el cual pedía al lector que olvidara el
propio prefacio y afrontara la lectura del verso sin más. Para Mallarmé los
espacios no impresos ni manchados (en blanco) asumen una importancia capital,
ya que ofrecen la dimensión del propio papel a imprimir, activándose cada vez
que una imagen interviene o se oculta. El poema al que nos referimos, “Un coup
de dés...” representa la culminación ético-estética de Mallarmé. Impreso a todo
lo ancho de cada dos páginas consecutivas, con variaciones tipográficas de
precisa intención, viene a ser una suerte de álgebra translingüística. En él
los silencios toman especial relevancia dentro del plano musical.
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de Calligrammes |
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de Calligrammes |
Se puede decir que Apollinaire prepara
el camino a los surrealistas. Al contrario que Mallarmé, gran purista,
Apollinaire se decanta muchas veces por la expresión coloquial e incluso por
aquella que es propia del trabajo periodístico. El inherente automatismo
compositivo que lo caracteriza puede apreciarse ya en textos como “Zone” (Alcools,
1913). En 1908 se adhiere al movimiento futurista, a cuyo frente está Filippo
Marinetti, y escribe un manifiesto donde exalta la libertad de la creación
artística: La Antitradición futurista, impreso en Milán y publicado
conjuntamente, bajo el título de I maniesti del Futurismo, con los de
Marinetti, Boccioni, Carra, Russolo, Balla, Severini, Pratella, De Saint Point
y Palazzeschi. Por otra parte, en 1914, la revista “Soirées de Paris” publica
varios “ideogramas líricos” que su autor llamará más tarde “caligramas”.
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de Calligrammes |
Estos
“caligramas”, textos que parecen dibujados, implican una concepción novedosa y
formalmente sugestiva, aunque teniendo como antecedente el ya citado “Un coup
de dés...” de Mallarmé. El propio Apollinaire se refirió en los siguientes
términos a esas estructuras poéticas: “Los Caligramas son una idealización de
la poesía versolibrista y una precisión tipográfica en una época en que la
tipografía termina brillantemente su carrera, ante la aparición de los nuevos
medios de producción que son el cine y el fonógrafo”. Apollinaire, siguiendo el
principio de que la escritura es una
imagen física, se propuso adecuar la estructura, el cuerpo del poema, a las
alteraciones que, conscientes o no, se producirían en la mirada del lector. Calligrammes
se publica en el año de la muerte del poeta, 1918, y con esta obra resucita (en
cierta forma y salvando las distancias) la antigua técnica alejandrina y
medieval del poema-dibujo. Esta concepción plástica de la creación poética le
viene a Apollinare sin duda de su amor por la pintura. No hay que olvidar que a
través de una serie de artículos publicados en revistas como “Marges”, y más
tarde como cronista artístico del Intransigeant
o el Paris-Journal, va descubriendo la nueva pintura a sus coetáneos;
además, en 1913, con motivo de una exposición de Robert Delaunay, pronuncia en
Berlín una conferencia sobre la pintura moderna, dando a la imprenta, meses
después, sus Meditations esthétiques, obra consagrada a los pintores
cubistas y a sus producciones.
Aparte de los Calligrammes, donde
el proceso experimentador del poeta se culmina a través del empleo del
automatismo (previo al surrealismo), como ejemplos representativos de la inclusión
de lo visual (plasticidad, juegos con los espacios, el color y las tipografías,
o el dibujo con letras; véase por ejemplo el poema “La paloma apuñalada y el
surtidor”) en la poesía de Apollinaire podemos citar algunos poemas como
“Humos” o “Vigilia” (de Estandartes), “Océano de tierra” (de Fogonazos,
dedicado a G. de Chirico, por cierto) y,
sobre todo, “Algodones en las orejas” (de Obús color de luna).
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de Calligrammes |
Escribe Victoria Pineda: “El caligrama
(«escrito bello»), en verso o en prosa, suele ser un texto figurativo mimético,
en el que las líneas perfilan la forma del objeto referido y donde, sin
embargo, siguen presentes ciertos elementos «tradicionales», como la rima o el
carácter lineal de la sintaxis. «La paloma apuñalada y el surtidor» es
paradigmático en este sentido: no sólo se mantienen rima y sintaxis; además,
los ritmos y la métrica apenas rompen los moldes tradicionales; e incluso las
figuras —la paloma y la fuente— conservan los ecos de las «alas» de la
tradición. La presencia del tópico del ubi
sunt, que articula el poema, es, desde luego, el elemento
tradicional más llamativo” (Victoria Pineda, “Figuras y formas de la poesía
visual”, en Saltana. Revista de literatura y traducción http://www.saltana.org).