viernes, 18 de julio de 2014

RAÚL NÚÑEZ: EL OLVIDADO INOLVIDABLE

  Lo descubrí por casualidad, como todo lo que merece la pena descubrirse en esta vida. Alguien, un escritor, sacaba a relucir su nombre en algún sitio, a colación de sus referentes, sus influencias, sus magisterios literarios. He olvidado el quién y el dónde (obviamente carecen de importancia), pero el porqué y el cómo los tengo claros. Sé que leí, más o menos: "¿El mejor libro de poesía de los últimos treinta años? People, de Raúl Núñez". Al día siguiente corrí a la biblioteca pública, dispuesto a ratificar o a condenar tamaño veredicto. Bueno, lo tenían. En el depósito. Creo que lo devoré allí mismo. Luego hube de releerlo y manosearlo una y otra vez mientras duró el plazo del préstamo. Una delicia. Una rareza. Dolor e ironía, desarraigo y ternura a partes iguales. ¡Caramba con el Núñez! ¡De dónde demonios había salido aquel tipo! No me pareció (no me parece) el mejor libro de poesía de los últimos treinta años, ni mucho menos, pero supe reconocer al instante la voz de un poeta honesto, que hablaba sin imposturas, lo cual no tiene nada que ver con la ficcionalidad, por cierto. Me sonaba a los Kerouack, Ginsberg, pero con acento propio, y en español. Algo había ahí también de Cendrars, de Charles Bukowski, de Raymond Carver, autores de los que, por entonces, no me quedaba ya casi nada por leer. Fue un feliz descubrimiento.
  Hoy, cierta critica y, sobre todo, ciertos círculos del panorama realista español, le consideran un importante precursor de la estética "sucista" (cuánto les gustan a algunos las etiquetas), retomando el marbete "dirty realism" con el que el crítico americano Bill Buford reunió a un grupo bastante heterogéneo de escritores en una mítica revista literaria allá por los años ochenta, según tengo entendido. A mí me parece más bien, como ya he comentado, por el ritmo, las imágenes y el estilo, un beatnick en español. Lo curioso es que Raúl Núñez, fallecido en 1996, no era español sino argentino, de Buenos Aires. Allí nació en 1947. Muy joven empieza a viajar por esos mundos, y en los años setenta recala en Barcelona, donde vive durante algunos años. En los ochenta se traslada a Valencia, ciudad en la que morirá. Dejará poca cosa, quizá un par de libros de Onetti, o de Carver. No fue hombre de más materia que la de la propia poesía y la de la propia vida. Le cabe el honor de ser de los primeros poetas en lengua española (y melancolía porteña) que quiso y supo dar voz a los desheredados de la gran urbe, con verdad y ternura, con vibrante lirismo, a veces épico, incluso. Todo esto me llegó gracias a la modestísima (y hoy casi inencontrable) edición de Tusquets, en su colección de marginales, de 1974. Libro brevísimo, este People, pero que deja huella. Por sus páginas desfilará eternamente toda una serie de personajes inolvidables, al límite de la supervivencia y la derrota. El resto de su poesía resulta igual de humana. La editorial tinerfeña Baile del Sol se ocupó de recuperar en 2008 su obra lírica al completo. Se agradece semejante labor de arqueología poética.
  No me gustaría, por fin, cerrar estas líneas sin hacer breve referencia a su obra en prosa, sus novelas, sus artículos. Estos últimos, que podríamos encuadrar en ese subgénero al que Juan José Millas denomina "articuento", se hallan recopilados en un volumen que logré degustar justo después de descubrir People, gacias nuevamente al concurso de la biblioteca pública de mi ciudad (qué haríamos unos cuantos sin estas sacrosantas instituciones). Recuerdo que no tenían desperdicio, muchos de los textos, y que algún canalla había arrancado varias de las hojas centrales del libro. Y de las novelas, qué decir. Bueno, ahí están La rubia del bar, Derrama whisky sobre tu amigo muerto (¡Dios, qué título!), Sinatra y A solas con Betty Boop. La primera y la tercera fueron publicadas por Anagrama, y llevadas al cine, dicho sea de paso. Quizá otro día, en otra entrada de este blog, me detenga a comentar estas obritas. Ya adelanto que en Núñez lo realmente perdurable son sus poemas. No obstante, encontramos también en sus novelas, dulcemente imperfectas, la humana honestidad de quien, fusionando vida y literatura, no dudó en arremangarse y mancharse, con tal de ir hasta el fondo de la realidad y de sí mismo. ¡Brindo por ti, Raúl!


SE SUICIDARON TODOS LOS NIÑOS
           
Y alegremente
      se suicidaron todos los niños esa noche
se colgaban riendo
             como tibias guirnaldas
                  entre los edificios
y caían luego
             como pequeñas manzanas de carne.
Sabían que iban a volver
                a otro lugar
a un verdadero lugar
                  como todos
con montañas y lluvia
                 y tierra marrón
                      bajo el trigo y el sol.
Se golpeaban las frágiles cabezas
                       contra el asfalto
o tomados de la mano
                 y desnudos
llenaban las bañaderas
                    y se ahogaban
o se electrocutaban en carteles luminosos
y robaban a los muertos
                  baldes llenos de wisky
                              y los bebían
y robaban a los muertos
sus brillantes automóviles
                   y aceleraban hacia el mar.
Y se iban
       se iban
a volver a otro lugar
                   donde ya algunos hombres
                                   esperaban.

(de San John López del Camino, 1970-1971)


A JESÚS DE NAZARETH
      
Jesús de Nazareth
ahora que no estás
        recuerdo que nos emborrachamos juntos;
que te vi
        buscando un pedazo de pan
            para mojarlo en lluvia
con tu camiseta de colores sucia
           la melena con caspa
buscando a quien pedirle una moneda
           mientras silbabas a Bach.
Tenías el pasaporte falsificado
y tus pies olían mal
              Jesús de Nazareth
pero qué linda manera de tomar ginebra
y de contar historias inventadas
de robarme los cigarrillos
           y la caja de fósforos
y de preguntar dónde se conseguían chicas.
Tenías amor hasta en las axilas
            hasta en la mugre de las uñas.
Tenías diecisiete años
             y una armónica
             Jesús de Nazareth.
Y te fuiste
       a repetir tus palabras con piel
y tu aliento de ginebra
              para todos los hombres.
Y de pronto
estallaron sirenas manadas de autos policiales
bomberos detectives megáfonos soldados
                                    [galopando
locutores histéricos tanques cascos
                                  [reflectores
perros camiones gases cazadores.
Mientras un muchacho sucio
            tocaba la armónica
                 en algún lado.

(de San John López del Camino, 1970-1971)
 

NO HACE DEMASIADO TIEMPO
         
No hace demasiado tiempo
que iba al colegio lleno de libros y 
                                   [bolígrafos
porque esperaba ser médico o profesor de
                                   [historia.
Subía a un autobús naranja al mediodía
para ir a sentarme a un banco de madera
y escuchar desérticas palabras desde las bocas
                                      [viejas.
No hace demasiado tiempo
que bailaba tibiamente en un living rosado
junto a una mesa llena de Coca-Cola y tortas
y soñaba casarme con una muchacha de familia
                                 [respetable
que oliera a perfume importado.
Y soñaba, también, volver al anochecer al
                         [céntrico apartamento
que estaría lleno de bondadosos suegros y
                                      [cuñados
que hablarían con orgullo de mis títulos
y del pequeño auto que me esperaba afuera.

No hace demasiados años
todo hubiera sido más fácil en mi vida,
pero ya entonces comenzaba
a escribir sucios poemas en las sábanas
y a tirarle huvos podridos a las limpias
                                   [estrellas.

No hace demasiado tiempo
que dibujé una flor en las alas de Bat-Man
y subí al primer barco.

No hace demasiado tiempo
que robo manzanas de los mercados
y amor de los borrachos.

No hace demasiado tiempo
que trato de ser un hombre más
y pese a todo
no comprendo muy bien por qué escribo todo
                                        [esto.

(de Juglarock, 1971-1972)

                
                          
    

DE TECLADOS, RADIOS Y MANIFIESTOS

  Aquí estoy, hurtándole caricias al sueño, aporreando un poco las teclas de este teclado chino del mercadillo, segunda o quizá tercera mano, no sé, pero que a mí me parece que responde y suena como un Steinway & Sons. Será porque me lo ha traído un colega al que aprecio, harto de oír mis quejas sobre el anterior armatoste, del período Cámbrico por lo menos.

  Precisamente este colega del que hablo, con el que comparto el noble (pero amargo) vicio de la tecla, me reenvió hace tiempo un manifiesto poético que, a su vez, alguien le había reenviado a él. Fue aproximadamente por la época en que se desarrollaron los sucesos del 15M; días después de aquello, mejor dicho. Ignoro la fortuna que pueda haber tenido el artefacto, la verdad. Pese a que la cosa me hizo gracia, creo que, por mi parte, no se lo reenvié a nadie. Lo que sí hice fue guardarlo (uno se imagina que en la Red las cosas no pesan...). Luego me olvidé del asunto. Hasta hoy. 

  Un tertuliano radiofónico se ocupó de recordármelo esta tarde, indirectamente. Yo me estaba lavando los dientes, justo después del almuerzo, con la radio de fondo, y al escuchar a alguien hablar de Montaigne dejé de cepillarme y presté atención. El tipo venía a decir que la ociosidad era algo deleznable y tal y cual, algo absolutamente improductivo. Una enfermedad del alma, en definitiva, como sin duda había ya sostenido Michel de Montaigne. Negué con la cabeza, el cepillo atravesado en la boca. No podía estar (y estoy) en mayor desacuerdo. Casi todo el arte procede de ahí, de la ociosidad, del aburrimiento. Me da igual lo que sostuviera Montaigne (que lo sostuvo, por supuesto). El hombre es el único ser sobre la tierra que se aburre. Y, como se aburre, piensa. Y, como se aburre, escribe. Y canta. Y entonces me acordé del citado manifiesto, porque trata un poco de estas cuestiones... Fui al ordenata, miré entre el correo antiguo y me alegré al comprobar que, efectivamente, lo había conservado. Seguía haciéndome gracia, además, la pirueta.

  De inmediato decidí que debía ponerlo de nuevo en circulación, compartirlo, y qué mejor modo que a través de un blog, cuya creación llevaba tiempo sopesando. Así que ahí va. Espero que sus autores (o autor) no se molesten.


#Poesía visible ya! (Manifiesto por la salvación de una especie al borde de la extinción)

La poesía, durante años coto vedado de francotiradores pluriaburridos, plusvalía espiritual de una casta de gatoliebristas bien arraigada, ultima ya el largo y sinuoso camino hacia su extinción. Sin embargo, a pesar del incipiente olor a cadáver, queremos creer que la especie (quizá gracias a que algunos benditos héroes hayan guardado secuencias completas de ADN lírico) puede ser aún recuperada para las generaciones venideras. Sucedió que nunca (hablaremos un momento en pasado, nótese nuestra pena), nunca, y se mirara por donde se mirara, la poesía en algo hubo de parecerse a Dios que, según se dice, hállase en casa de todos, sino que más bien vino siempre a ser como el dinero, un pájaro que volaba demasiado alto para que una desescopetada mayoría fuese capaz de cazarlo. No cabe duda: la poesía jamás se encontró ni muy cerca ni muy al alcance del ciudadano de a pie. ¿O acaso tuvo éste alguna vez, a diferencia de aquella «inmensa minoría», tiempo para el aburrimiento? La ímproba tarea de ganarse los garbanzos le privaba del beneficio burgués de la ociosidad. Y si tenemos en cuenta (recuperamos ya el presente) que de la ociosidad asoma (cuando asoma) el pensamiento (mecanismo sólo activado en raras ocasiones, cuando a alguien le da por pensar) no debería extrañarnos que el sistema invente mil artimañas con el único fin de que al sapiens común le sea de todo punto imposible dar rienda suelta a su tan natural y querido vicio. Por si las moscas. ¿Han reparado ustedes, sin ir más lejos, en cómo los televendedores o los vendedores a domicilio (que todavía los hay) no le dejan a uno meter baza, más aún, en cómo no se les escapa en su cacofónica charlatanería ni un solo segundo de silencio? ¿Se han preguntado por qué? Efectivamente. Su misión consiste en evitar a toda costa que el cliente, el comprador en potencia, disponga de la más mínima pausa que pueda dar lugar a la más mínima reflexión y que, por tanto, acabe por emitir esas palabras tan temidas: «no, mire, no, no me interesa». Discúlpennos la analogía, pero nos viene al pelo. Resulta claro que el estado de cosas actual, salvando las distancias, emplea muy pero que muy hábilmente la citada técnica contra el ciudadano, su «comprador en potencia», y también que sólo cierta clase privilegiada puede dedicarse para sí un tiempo verdaderamente libre, dado el alienante y absorbente empeño, a menudo infructuoso, que una mayoría está obligada a invertir en pagar al banco y, además, poner las lentejas sobre la mesa. ¿Les suena esta radiografía? Sentimos ser tan agoreros, pero el que los tiempos parezcan abocados a desaparecer más allá del post, en el post-tiempo infinito, nos pone el vello de punta. Y el que la poesía vaya a correr la misma suerte. Imagínense un mundo sin tiempo y sin poesía. ¡Puf! Así que ahora, en este punto, como nos hemos dado cuenta de que nuestro pequeño manifiesto está, menos de lo que hubiéramos querido, plagado de obviedades y fórmulas manidas, añadiremos otro garbanzo al potaje, por retomar la manía de la legumbre: si Mahoma no va a la montaña, la montaña irá a Mahoma. Si salvaron (al menos de momento) a las ballenas, ¿por qué no pueden salvar la poesía? Conminamos aquí a que de una vez se haga una poesía visible. Nos importa un bledo su temática o su estética, su lluvia en los cristales, su nacer entre dos pausas, su resaca mañanera o su arma cargada de futuro. Se trata de llevar la poesía a la calle, hacerla perfomativa, dramática, descarada e invasora. Se trata de hacer una poesía metomentodo, una poesía que zancadillee, que se eche encima, que acaricie, que bese, que sobe, que golpee, que escupa, que chupe, que insulte o piropee, que ría o que llore si es preciso sobre el lector improbable, sobre el pecho y el hombro del eterno desconocido, una poesía que se meta sin llamar en todas las casas, comercios, institutos, facultades, hospitales y centros de trabajo, una poesía al fin corpórea que asalte los sentidos de la gente para la que casi nunca han escrito los poetas, esa gente que, por falta de tiempo, en su vida llegará a descubrir que la poesía le afecta y le es necesaria si no es con el concurso de una nueva estirpe de líricos que sin duda está por nacer y que hoy reclamamos aquí. ¡Poetas, háganle a esa gente de una vez la poesía visible y luego déjenle la última palabra!

                                                                                                  Vena Juglar
        








EMPIEZA EL VIAJE


  Y debemos ir hasta el fondo, en nuestro particular transiberiano, que es este cuaderno que hoy, lentamente, se pone en marcha. "Yo tengo música bajo las uñas", decía el inmortal viajero, "culo inquieto" Cendrars, el que escribía andando, el insaciable trotamundos. Es mucho más que una ocurrencia afortunada. Es un compromiso con la realidad, sin ambages, y con la poesía. La loca audacia de quien quiso ir hasta el fondo. ¿Qué nos deparará el camino, Blaise? Di, ¿tendremos siquiera el valor de iniciarlo?